domingo, 7 de diciembre de 2008

Adultez y Muerte

ADULTEZ JOVEN(20-40 años)


~Consolidación de la identidad (personalidad).
~Consolidación de una forma de ver la vida.
~Construcción y establecimiento de un estilo de vida.
~Época de exploración y aprendizaje dentro de un marco de realidad.


Temática central.
INTIMIDAD vs. AISLAMIENTO.
~ Biológicamente el máximo de funcionamiento: lo que da seguridad, poder y dominio.
~Psicológicamente: autonomía: planteamiento y logro de objetivos.
~Socialmente: matrimonio, parentalidad, trabajo.

MATRIMONIO.
lntimidad. Posibilidad de ser padres,complementarse y completarse, realizar diferentes tareas: constituye un proyecto común.
Exige establecer el compromiso con el otro y de no pasar por alto la individualidad , negociar .

CARACTERÍSTICAS DE UNA RELACIÓN MADURA
~Capacidad de preocuparse por el otro predominando las conductas amorosas sobre las agresivas.
~Capacidad de establecer relaciones duraderas donde predomina la cooperación
~Tener una escala de valores compartida
~Integración de la genitalidad al vínculo amoroso.
OTRA ALTERNATIVA
SOLTERÍA elección debida a:
~Profesionales.
~Sociales: políticos
~Individualistas: egocentristas
~Pasivas o solitariasAsistenciales: religiosos.

ELECCIÓN DE LA PAREJA. Criterios:
Teoría de la relación objetal: ( Complejo de Edipo). Se tiende a elegir la pareja que se relacione de alguna manera con el padre del sexo opuesto: similitud u oposición.
Elección basada en el ideal de objeto. Se buscan características complementarias.

PARENTALIDAD.
~Modificación de la personalidad:
~Modifica el súper yo y fortalece al yo
~Otorga mucha seguridad.
~Permite una mejor comprensión de la pareja al ver mas íntimamente cómo se desarrolla alguien del sexo opuesto.
~Se amplían las relaciones sociales
~Nos permiten identificarnos con nuestro padres

TRABAJO.
~ Primera inserción en el mundo social
~Proporciona el desarrollo personal que va a marcar nuestras posibilidades de satisfacción.
~Se ponen a prueba nuestras habilidades.
~Vamos objetivando el para que sirvo y para qué no, nos vamos especificando
~Es una etapa de ensayo.

CRISIS DE EXPERIENCIA O DE REALISMO: Se describe como un proceso de transición que puede ser vivido de dos maneras:
1) reafirmación: previo cuestionamiento de la estructura de vida definida.
2) oportunidad de cambiar la postura ya definida: se ven crisis matrimoniales,reconstrucción laboral.

ADULTEZ MEDIA ( 40-65 años)

Crisis experiencias: GENERATIVIDAD vs. ESTANCAMIENTO.
La virtud que surge en esta crisis es el cuidado por otros.
~Generatividad . Apoyar a nuevas generaciones. Se expresa a través de la enseñanza, transmisión de valores. Se relaciona con la trascendencia.Dicha generatividad se logra al haber superado la reestructuración de la personalidad.
~Estancamiento.Incapacidad para preocuparse por el otro. Se produce por no haber resuelto crisis anteriores o la actual, lo que no permite el fortalecimiento del yo. Se puede manifestar en la elaboración de metas no realistas.
PERIODO DE MAYOR RENDIMIENTO Y PRODUCTIVIDAD
~con la experiencia se logra la integración del conocimiento.
~ se produce una reorganización de la identidad:
~redefinición de la imagen corporal
~redefinición de las relaciones con lo padres, hijos y pareja.
~reconocimiento que ya queda poco por vivir.
~mayor tolerancia a la frustración


ADULTEZ AVANZADA ( > 65 años)
~Se debe realizar un trabajo interno que permita aceptar la propia historia como la única posible.
~Se comprende mas profundamente la vida.
~Un yo fortalecido permite una buena vejez.
~La identidad se debe re-estructurar.
~Aumenta la convivencia diaria con la pareja.

ASPECTOS PSICOBIOLÓGICOS
Canas, calvicie, menor masa muscular, disminuye la actividad neuronal, reacciones mas lentas...... Los cambios se producen rápidamente y hay poco tiempo para asimilarlos. La aceptación de la realidad biológica implica auto cuidado.

OTROS ASPECTOS
El retiro y la jubilación: proceso de duelo y re-estructuración.
ABUELIDAD
~Sentido de trascendencia
~Características: sabiduría,respeto,educador y no castigador.
~El nieto representa el sentido de la vida y la cercanía de la muerte.

CRISIS. INTEGRIDAD vs. DESESPERANZA (frente a la muerte)

Integridad: Buen morir
Desesperanza: miedo a morir.







Muerte y psicología.
Publicación: Razón Cínica
Publication Date: 01-NOV-04
Author: Gómez Ramírez, Montserrat


1. La muerte y la angustia.
La muerte entendida como un fin total, es un concepto vacío, ni siquiera podemos imaginarla nuestra, la muerte es siempre la muerte de los demás. En el transcurso de la historia humana, todas las culturas, todas las religiones establecidas, todos los ateísmos e incluso los ignorantes, han sentido la angustia de la muerte.
¿De dónde proviene la angustia de la muerte? Es cierto que existen agonías que pueden confundirse con un orgasmo. Algunos hombres que pasaron la vida temiendo a la muerte, le sonrieron cuando llegó su última hora. Conocida es la "placidez de los moribundos", cuando ceden a su inútil rebeldía y dejan de oponerse a las leyes de la especie.
¿Por qué temen los ateos la muerte que les librará, al fin, de unos males de los que no cesan de quejarse? Y si creen en una vida más allá de esta, la muerte es el camino que los conduce a Dios, en todo caso, en ambas situaciones se gana:
"Si no he de resucitar, comeré, beberé, fornicaré y, cuando ya esté harto, me dormiré para siempre. Si he de resucitar, huiré de los placeres para ser digno de entrar en el paraíso de Dios. La angustia de la muerte es pues, en sí misma, irracional [1]".
En la infancia se encuentra el origen de la angustia ante la muerte en el sentimiento de inseguridad. Ante cada cambio, cada situación desconocida, cada misterio, reaparece la angustia primordial. Pocos hombres soportan la soledad y de todas las situaciones desconocidas, la más desconocida es la muerte. De todos los misterios, el más extraño es el mundo invisible, el mundo de los espectros, donde no hay contactos.

2. La ruptura del yo
¿Qué teme pues el hombre? No el sueño sin fin que tanto le cuesta imaginar, sino la ruptura del yo que tanto le costó construir desde la cuna: "Los mitos y los casos clínicos revelan la angustia del héroe ante la marejada del inconsciente que amenaza con saltar los diques del islote donde el yo racional se encerró en estrechas fronteras. El niño empieza a experimentar la angustia de la muerte en el momento en que empieza a decir yo, en vez de hablar de sí mismo en tercera persona [2]".

Con base en los etnólogos, los psiquiatras pudieron observar en sus enfermos el pánico a La disociación de la personalidad. Según LévyBrühl, el sentimiento de participación en el grupo cambia incluso la noción de la muerte: "Vivos o muertos, los miembros del clan pertenecen íntimamente al clan".

En ciertas experiencias en las cuales se encuentra en peligro el cuerpo, el hombre se angustia porque su personalidad se encuentra en riesgo e incluso puede experimentar un abandono metafísico al vislumbrar el fin de su vida, en palabras de Landsberg:
"En ciertas formas de experiencia, sentimos nuestra personalización como atascada, rota, ahogada por nuestra corporeidad. Entonces, la muerte debe aparecer ante nosotros como la destrucción de la persona misma. Ésta última no parece ser más que el humo del fuego vital alimentado con la realidad dura y sólida del cuerpo vivo. Si, en este instante, nos representamos la realidad corporal de nuestra vida como destruida, la persona parece tener que aniquilarse, que disolverse, porque carece visiblemente de una fuerza central propia. Cuando el hombre se capta en este estado, la angustia de la muerte, tan distinta del miedo vital, llega a su punto culminante. Ahora bien, el espíritu personal se concentra en esta misma angustia. Esta angustia es el temblor de la persona ante un abandono metafísico, abandono en el que ya se ve, por una anticipación del fin de la vida corporal [3]".

3. Más allá de lo psicológico
Ante todos los enigmas que plantea la muerte, es difícil permanecer sólo en el plano psicológico. Si se ignora por ejemplo, el contexto filosófico o religioso de un paciente, será imposible decidir si su angustia de la muerte es neurótica o normal.
Incluso las cuestiones de apariencia psicológica se fundan en la metafísica: ¿Seguiré siendo yo mismo? ¿Me llevaré mi personalidad, todo lo que soy, todo lo que sé? ¿O bien tendré que despojarme gradualmente, para alcanzar la vida eterna, de todo lo que es yo?
En un intento por penetrar el secreto de la muerte, algunos psiquiatras y psicólogos, desde principios de los años setenta, se esforzaron por recoger la mayor cantidad de información de las personas que habían estado al borde del tránsito. Muchos testimonios hablaban de una luz celeste, de una luz extraordinaria y de una sensación de bienestar, para R. Siegel: "estas impresiones podrían explicarse por una liberación masiva de endorfinas en el momento en que el organismo siente acercarse la muerte[4]".

Independientemente de que el estudio sobre la muerte se pueda hacer desde una perspectiva biológica o metafísica, en este espacio se retomaran principalmente los enfoques de Sigmund Freud, Ignace Leep y Erich Fromm.
4.La muerte desde la perspectiva de Sigmund Freud
Para Sigmund Freud, uno de los factores por el cual hoy nos sentimos desorientados en Este mundo, antes tan bello y familiar, es el cambio de actitud que hasta ahora se venía observando ante la muerte, es decir, ha existido una patente inclinación a prescindir de la muerte, a eliminarla de la vida:

"Así, la escuela psicoanalítica afirma que, en el fondo, nadie cree en su propia muerte, o lo que es lo mismo, que en lo inconsciente todos nosotros estamos convencidos de nuestra inmortalidad[5]".

En cuanto a la muerte de los demás, el hombre civilizado evitará cuidadosamente hablar De semejante posibilidad, con tal de evitar que la muerte se le aparezca. Acentuamos Siempre la motivación casual de la muerte, el accidente, la enfermedad, la infección, la ancianidad Y delatamos así nuestra tendencia a rebajar a la muerte de la categoría de una necesidad a la de un simple azar. Ante el muerto mismo adoptamos una actitud singular, como de admiración a alguien que ha llevado a cabo algo muy difícil

"Le eximimos de toda crítica; le perdonamos, eventualmente, todas sus faltas; anhelamos que en la oración fúnebre y en la inscripción sepulcral se le honre y ensalce. La consideración al muerto-que para nada la necesita está para nosotros por encima de la verdad y, para la mayoría de nosotros, seguramente también por encima de la consideración a los vivos [6]".
Esta actitud nuestra ante la muerte ejerce, sin embargo, una fuerte influencia sobre Nuestra vida. La vida se empobrece, pierde interés, cuando la puesta máxima en el juego de la vida, esto es, la vida misma, no debe ser arriesgada. Excluimos así de la vida toda una serie de empresas peligrosas, desde luego, pero inevitables, tales como las incursiones aéreas, las expediciones a tierras lejanas y los experimentos con sustancias explosivas. La tendencia a excluir la muerte de la cuenta de la vida trae consigo otras muchas renuncias y exclusiones. Entonces habrá de suceder que buscaremos en la ficción, en la literatura y en el teatro una sustitución de tales renuncias.
Nuestra desorientación actual y la parálisis de nuestra capacidad funcional tienen su origen en la imposibilidad de mantener la actitud que se había adoptado ante la muerte, sin que hasta ahora se hayan encontrado otras perspectivas. Quizá podamos lograrlo-según Freud orientando nuestra investigación psicológica hacia otras dos actitudes ante la muerte: "hacia aquella que podemos atribuir al hombre primordial, al hombre de la Prehistoria, y hacia aquella otra que se ha conservado en todos nosotros, pero escondida e invisible para nuestra conciencia, en estratos profundos de nuestra vida anímica [7]".
Por un lado, el hombre primordial (primitivo) tomó en serio la muerte, la reconoció como La supresión de la vida y se sirvió de ella en este sentido; mas, por otro, hubo de negarla y la redujo a la nada. Esta contradicción se hizo posible por cuanto el hombre primordial adoptó ante la muerte de los demás, el extraño o el enemigo, una actitud radicalmente distinta de la que adoptó ante la suya propia. La muerte de los demás le era grata; suponía el aniquilamiento de algo odiado, y el hombre primordial no tenía reparo alguno en provocarla. Era, de cierto, un ser extraordinariamente apasionado, más cruel y más perverso que otros animales.
La muerte propia era, seguramente, para el hombre primordial, tan inimaginable e inverosímil como todavía hoy para cualquiera de nosotros. Sucedió cuando el hombre primordial vio morir a alguno de sus familiares, su mujer, su hijo o su amigo, a los que amaba, seguramente, como nosotros a los nuestros, pues el amor no puede ser mucho más joven que el impulso asesino. Hizo entonces, en su dolor, la experiencia de que también él mismo podía morir, y todo su ser se rebeló contra ello, cada uno de aquellos seres amados era, en efecto, un trozo de su propio y amado yo. Mas, por otro lado, tal muerte le era, sin embargo, grata, pues cada una de las personas amadas integraban también algo ajeno y extraño a él. La ley de la ambivalencia de los sentimientos, que aún domina hoy en día nuestras relaciones sentimentales con las personas que nos son amadas, regía más ampliamente en los tiempos primitivos.

Siguiendo a Freud, los filósofos han afirmado que el enigma intelectual que la imagen de La muerte planteaba al hombre primordial hubo de forzarle a reflexionar, y fue así el punto De partida de toda reflexión. Habremos, pues, de limitar y corregir tal afirmación; ante el cadáver del enemigo vencido, el hombre primordial debió de saborear su triunfo, sin encontrar estímulo alguno a meditar sobre el enigma de la vida y la muerte:
"Lo que dio su primer impulso a la investigación humana no fue el enigma intelectual, ni tampoco cualquier muerte, sino el conflicto sentimental emergente a la muerte de seres amados, y, sin embargo, también extraños y odiados. De este conflicto sentimental fue del que nació la Psicología [8]".

El hombre no podía mantener alejada de sí la muerte, puesto que le había experimentado En el dolor por sus muertos; pero no quería tampoco reconocerla, ya que le era imposible imaginarse muerto. Llegó, pues, a una transacción: admitió la muerte también para sí, pero le negó la significación de un aniquilamiento de la vida. Ante el cadáver de la persona amada, el hombre primordial inventó los espíritus, y su sentimiento de culpabilidad por la satisfacción que se mezclaba a su duelo hizo que estos espíritus primigenios fueran perversos demonios, a los cuales había que temer:
"El recuerdo perdurable de los muertos fue la base de la suposición de otras existencias y dio al hombre la idea de una supervivencia después de la muerte aparente. Sólo más tarde consiguieron las religiones presentar esta existencia póstuma como la más valiosa y completa y rebajar la vida terrenal a la categoría de una mera preparación. Y, consecuentemente, se prolongó también la vida en el pretérito, inventándose las existencias anteriores, la transmigración de las almas y la reencarnación todo ello con la intención de despojar a la muerte de su significación de término de la existencia [9]".

La negación de la muerte empezó a temprana edad, negación a la cual Freud ha calificado de convención cultural. Ante el cadáver de la persona amada nacieron no sólo la teoría del alma, la creencia en la inmortalidad y una poderosa raíz del sentimiento de culpabilidad de los hombres, sino también los primeros mandamientos éticos. El mandamiento primero y principal de la conciencia fue: <>. El cual surgió como reacción contra la satisfacción del odio, oculto detrás del duelo por la muerte de las personas amadas, y se extendió paulatinamente al extraño no amado, y, por último, también al enemigo. Aceptamos la muerte cuando se trata de un extraño o un enemigo, y los destinamos a ella tan gustoso y tan sin escrúpulos como el hombre primordial.
Respecto a la segunda actitud ante la muerte, propia de nuestra interioridad, también a nuestro inconsciente se le presenta un caso en el que las dos actitudes opuestas ante la muerte, la que la reconoce como aniquilamiento de la vida y la que la niega como irreal, chocan y entran en conflicto. Y este caso es el mismo que en la época primitiva. La muerte de una persona amada, el padre o la madre, el esposo o la esposa, un hermano, un hijo o un amigo querido, son para nosotros, un patrimonio íntimo, partes de nuestro propio yo; pero también son, por otro lado, parcialmente, extraños o incluso enemigos. Todos nuestros cariños, hasta los más íntimos y tiernos, entrañan, salvo en contadísimas situaciones, un adarme de hostilidad que puede estimular al deseo inconsciente de muerte. Pero de esta ambivalencia no nacen ya, como en tiempos remotos, el animismo y la ética, sino la neurosis, la cual nos permite también adentrarnos muy hondamente en la vida psíquica normal:
"En resumen: nuestro inconsciente es tan inaccesible a la representación de la muerte propia, tan sanguinario contra los extraños y tan ambivalente en cuanto a las personas queridas, como lo fue el hombre primordial [10]".
¿No sería mejor dar a la muerte, en la realidad y en nuestros pensamientos, el lugar que le corresponde y dejar volver a la superficie nuestra actitud inconsciente ante la muerte, que hasta ahora hemos reprimido tan cuidadosamente?
Esto no parece constituir un progreso, sino más bien, en algunos aspectos, una regresión; pero ofrece la ventaja de tener más en cuenta la verdad y hacer de nuevo más soportable la vida. Soportar la vida es, y será siempre, el deber primero de todos los vivientes. La ilusión pierde todo valor cuando nos lo estorba:

"Si quieres soportar la vida, prepárate para la muerte [11]".
5. La muerte según Ignace Lepp
Para Ignace Lepp, las teorías filosóficas no pueden vencer el miedo a la muerte ni hacer Al hombre capaz de soportar valerosa y lúcidamente su absurda fatalidad, es por ello que la gran mayoría de nuestros contemporáneos recurren sobre todo a dos "técnicas" que les permitan vivir con el miedo al deceso, estas son la huida y la represión:
"... en los países que poseen un elevado nivel de vida material, se observa, cuando se mira detenidamente, que el abuso del alcohol, de los narcóticos y los euforizantes, la búsqueda desenfrenada de placeres y distracciones son otras tantas tentativas de divertirse del miedo a la muerte [12]".

El único antídoto eficaz contra el miedo a la muerte parece hallarse precisamente en un intenso amor a la vida. No se trata de reprimir el miedo ni de "olvidar" que uno es mortal. Es preciso saber que podemos morir, efectivamente, en cualquier momento, y sin embargo, vivir como si no debiéramos morir jamás. Lepp afirma que son muchos los hombres, tanto de acción como de pensamiento, que logran sin artificio alguno vivir esta aparente contradicción. A esto llegan sin ningún esfuerzo excepcional, en virtud del poder no reprimido de su instinto de vida.
"La constante meditación sobre la muerte resulta paralizante para la acción y la vida. Por otra parte, de nada sirve confirmar la idea de la muerte en el inconsciente o esforzarse por ahogarla en una oleada de diversiones. Vale más mirar la realidad de frente, reconocer francamente el escándalo que representa para nuestra inteligencia y nuestro corazón. Sólo así nos será posible tal vez intentar sublimarla [13]".

La mayoría de las personas están de acuerdo, pues, en que la muerte sólo puede tener sentido y significación a condición de que la vida los tenga; y si la vida los tiene, también los tendrá la muerte. Lepp suele interrogar a la gente sobre el sentido de la vida, no de la vida en general, sino sobre la suya propia.

Su experiencia no le permite dudar de que la causa más frecuente de las neurosis y otras dificultades psíquicas no se halle en absoluto en los conflictos inconscientes de la sexualidad, como afirma el psicoanálisis ortodoxo. Puede que si haya ocurrido en la época de Freud, en la sociedad puritana de Viena y otros lugares. Sin embargo, acota Lepp, en nuestra época la causa más frecuente de perturbaciones psíquicas parece radicar en la falta o pérdida del sentido de la vida. A este respecto Víctor E. Frankl señala: "Hoy en día el deseo de significado se ve frustrado a nivel mundial. Cada vez hay más gente obsesionada por un sentimiento de falta de sentido, que a menudo viene acompañado por un fuerte sentimiento de vacío, o como yo lo llamo, un vacío existencial. Se suele manifestar en forma de aburrimiento y apatía. Mientras que el aburrimiento es indicativo de una pérdida de interés por el mundo, la apatía revela una total falta de iniciativa a la hora de hacer algo en el mundo, de cambiar algún aspecto del mundo [14]".
A cada uno toca dar sentido a su vida, pero es preciso saber y poder hacerlo, la verdadera causa de las dificultades en el hombre y de su angustia reside en una vida desprovista de sentido:

"Las dificultades conyugales, profesionales, sociales; se manifiestan más que como causas, como consecuencias de una vida cuyo sentido se ignora [15]".
El hombre puede vivir para sus hijos, para la patria, para la humanidad, para el arte o la ciencia, o para la gloria de Dios [16]. Lo que desde el punto de vista psicológico importa, es que tenga conciencia de que vive para algo, o preferiblemente, para alguien.
Una falsa concepción de la vocación del hombre y del sentido de la vida suele ser la Causa del sentimiento de fracaso e infelicidad. En realidad, la vocación y el sentido de la vida. De cada uno depende la libre elección personal.

Es posible disfrutar con la libertad de elección que cada uno debe hacer de su existencia En el tiempo. Hay que hacerlo en función de nuestras convicciones más profundas y de las exigencias más auténticas de nuestro corazón:
"... estoy totalmente de acuerdo con el físico Jean Charon, cuando escribe: 'Yo me elijo por entero a cada instante a partir de lo que soy, y solamente a partir de ahí [17]".
Si logramos dar sentido a nuestra vida, nuestra muerte también lo tendrá. Según Lepp, los hombres que viven intensamente y saben por qué viven, enfrentan una gran serenidad en su envejecimiento y la proximidad de la muerte. Conscientes de haber vivido por algo, de haber llevado una vida plena, pueden dar con toda espontaneidad sentido y significación al último acto de su existencia, a la muerte. La conciencia de que se muere por algo grande y noble quita a la muerte su carácter de catástrofe absurda, no sólo a los ojos de quienes van a morir sino también a los de quienes los aman y han de sucederles.

6. Amor a la muerte y amor a la vida según Erich Fromm
En contraste con el supuesto de Freud relativo al "instinto de la muerte", Erich Fromm comenta que esta de acuerdo con el supuesto de muchos biólogos y filósofos de que es una cualidad inherente a toda materia viva el vivir, el conservar la existencia, y comparte lo que dijo Spinoza: "Todas las cosas, en cuanto son, se esfuerzan por persistir en su ser". Observamos esta tendencia a vivir en toda la materia viva que nos rodea; en la hierba que crece entre las piedras en busca de luz y de vida; en el animal que luchará hasta lo último para escapar a la muerte; en el hombre que dará casi cualquier cosa para conservar la vida:
"El ciclo de la vida es unión, nacimiento y crecimiento, así como el ciclo de la muerte es cesación de crecimiento, desintegración, descomposición [18]".
La persona que ama plenamente la vida se siente atraída por el proceso de la vida y el crecimiento en todas las esferas. Quiere moldear e influir por el amor, por la razón, por su ejemplo, no por la fuerza, no aislando las cosas ni por el modo burocrático de administrar a las gentes como si fuesen cosas. Goza de la vida y de todas sus manifestaciones, y no de la mera agitación. El biófilo no vive en el remordimiento y la culpa, que no son, después de todo, más que aspectos de la aversión a sí mismo y de la tristeza. Se orienta rápidamente hacia la vida y procura hacer el bien. De acuerdo con Spinoza: "Un hombre libre piensa en la muerte menos que en cualquier otra cosa, y su sabiduría es una meditación no sobre la muerte sino sobre la vida".
Opuesto al instinto de la muerte es el instinto de la vida. Mientras el instinto de la muerte (llamado a veces thánatos en la literatura psicoanalítica, aunque no por Freud) tiene la función de separar y desintegrar, Eros tiene la de enlazar, integrar y unir organismos entre sí y las células dentro del organismo. La vida de cada individuo es, pues, un campo de batalla de esos dos instintos fundamentales.

La mayor parte de los seres vivos parecen luchar por la vida con tenacidad extraordinaria, y sólo excepcionalmente tiende a destruirse. Veamos que algunas personas se caracterizan por una pasión especialmente intensa de destruir a otras, mientras que la mayoría no muestra ese grado de destructividad. Este grado menor de destructividad contra los demás no es, empero, igualado por un grado correspondientemente alto de autodestrucción, de masoquismo, de enfermedad, etc.[19] Teniendo en cuenta todas estas objeciones a las teorías de Freud, Fromm sugiere un desarrollo de la teoría en la siguiente dirección: La contradicción entre Eros y la destrucción, entre la afinidad con la vida y la afinidad con la muerte es, ciertamente, la contradicción más fundamental que existe en el hombre. Pero esta dualidad no es la de dos instintos biológicamente intrínsecos, relativamente constantes y luchando siempre entre sí hasta la victoria final del instinto de la muerte, sino que es la que existe entre la tendencia primaria y más fundamental de la vida-preservar en la vida y su contradicción, que toma existencia cuando el hombre no tiene esa meta.
El instinto de muerte representa psicopatología, y no, como en la opinión de Freud, una parte de la biología normal:
"El instinto de la vida constituye, pues, la potencialidad primaria del hombre; el instinto de la muerte es una potencialidad secundaria. La potencialidad primaria se desarrolla si existen las condiciones apropiadas para la vida, así como una semilla sólo germina si existen las condiciones adecuadas de humedad, temperatura, etc. Si no existen las condiciones adecuadas, aparecerán las tendencias necrófilas y dominarán a la persona [20]".
Fromm se cuestiona: ¿Qué factores producen el desarrollo de las orientaciones necrófilas Y biófilas en general, y más específicamente, la mayor o menor intensidad de la orientación hacia el amor de la vida en un individuo o un grupo dados? Y se responde: "No tengo una contestación plena a esta importante pregunta. En mi opinión es de la mayor importancia estudiar más este problema. No obstante, puedo aventurar algunas respuestas de tanteo a las que llegué sobre la base de mi experiencia clínica en psicoanálisis y de la observación y el análisis de la conducta de grupo".
El amor a la vida es tan contagioso como el amor a la muerte. Se comunica sin palabras ni explicaciones, y desde luego sin ningún sermoneo acerca de que hay que amar la vida. Entre las condiciones específicas necesarias para el desarrollo de la biofilia Fromm menciona las siguientes: "cariño; relaciones afectuosas con otros durante la infancia: libertad y ausencia de amenazas..." En síntesis:

"el amor a la vida se desarrollará más en una sociedad en que haya: seguridad en el sentido de que no están amenazadas las condiciones materiales básicas para una vida digna; justicia en el sentido de que nadie puede ser un fin para los propósitos de otro; y libertad en el sentido de que todo individuo tiene la posibilidad de ser un miembro activo y responsable de la sociedad. Este último punto es de particular importancia. Hasta una sociedad en que existen seguridad y justicia puede no ser conducente al amor a la vida si no se estimula la actividad creadora del individuo. No basta que los hombres no sean esclavos; si las condiciones sociales fomentan la existencia de autómatas, el resultado no será amor a la vida, sino amor a la muerte [21]".
La vida sólo puede experimentarse en sus manifestaciones individuales, en la persona individual lo mismo que en un pájaro o una flor. No hay vida de "las masas", no hay vida en abstracto.

Nuestra actitud hacia la vida se está haciendo hoy cada vez más mecánica. En un industrialismo burocráticamente organizado y centralizado, se manipulan los gustos de manera que la gente consuma al máximo y en direcciones previsibles y provechosas. Su inteligencia y su carácter se uniforman por el papel siempre creciente de pruebas que seleccionan al mediocre y falto de ánimo con preferencia al original y atrevido. En realidad, la civilización burocráticoindustrial que triunfó en Europa y en los Estados Unidos creó un tipo nuevo de hombre, que puede describirse como el hombre organización, el hombre autómata y el homo consumens, dirá Fromm. Es, además, homo mechanicus, un hombre artefacto, profundamente atraído por todo lo que es mecánico, y predispuesto contra lo que es vivo. Es cierto que el equipo biológico y fisiológico del hombre lo provee de impulsos sexuales tan fuertes, que hasta el mismo homo mechanicus tiene deseos sexuales y busca mujeres. Hay, manifiestamente, un número grande de hombres que se interesan por coches sport, aparatos de televisión y radio, viajes espaciales, y por gran número de artefactos, más que por las mujeres, el amor, la naturaleza o la comida; que se sienten más estimulados por la manipulación de cosas inorgánicas, mecánicas, que por la vida. El homo mechanicus espera que exista un botón que, al oprimirlo, traiga felicidad, amor, placer. El homo mechanicus en consecuencia, se hace indiferente a la vida, se siente fascinado por lo mecánico y al fin atraído por la muerte y la destrucción total. En resumen:
"... la cuantificación, la abstracción, la burocratización y la "cosificación" -las características mismas de la sociedad industrial moderna, no son principios de vida sino de mecánica cuando se aplican a personas y no a cosas. La gente que vive en ese sistema se hace indiferente a la vida y hasta es atraída por la muerte. No se da cuenta de ello. Toma los estremecimientos de la emoción por las alegrías de la vida y vive con la ilusión de que está mucho más viva cuantas más sean las cosas que posee y usa [22]".

Fromm acota, la producción industrial como tal no es necesariamente contraria a los principios de vida. La cuestión es si los principios de vida están subordinados a los de la mecanización, o si los principios de vida son lo predominantes. Y formula una pregunta interesante: "¿Cómo es posible crear un industrialismo humanista opuesto al industrialismo burocrático que gobierna hoy nuestras vidas?".

7. Algunas observaciones sobre la muerte por Jacques Lacan según Dylan Evans
Para Jacques Lacan la muerte es constitutiva del orden simbólico, porque el símbolo, al ocupar el lugar de la cosa que simboliza, es equivalente a la muerte de esta última: "El símbolo es la muerte de la cosa". Sólo en virtud del significante tiene el hombre acceso a su propia muerte y puede concebirla: "Es en el significante, y en cuanto el sujeto articula una cadena significante, que se topa con el hecho de que puede desaparecer de la cadena de lo que él es [23]".
La muerte desempeña un papel importante en los sistemas filosóficos de Hegel y Heidegger, y Lacan se basa hasta cierto punto en los dos para su teorización del papel de La muerte en psicoanálisis. De Hegel (a través de Kojève) Lacan toma la idea de que la Muerte es constitutiva de la libertad del hombre y también "el Amo absoluto". El papel de la muerte es crucial en la dialéctica hegeliana del Amo y el esclavo, en la cual aparece íntimamente vinculada al deseo, puesto que el amo sólo se afirma para los otros por medio de un deseo de muerte.
De Heidegger, Lacan toma la idea de que la existencia humana sólo adquiere sentido en virtud del límite finito establecido por la muerte de modo que el sujeto humano es en sentido estricto "un ser para la muerte"; esto se corresponde con la idea lacaniana de que el analista debe llegar a asumir, a través del proceso analítico, su propia condición mortal.
[1] ENCICLOPEDIA DE LA PSICOLOGÍA, Plaza & Janes Editores, Barcelona, España, 1979, p. 321.
[2] Ibíd. p. 322.
[3] Ibíd. pp. 322323.
[4] REFERENCIAS LAROUSSE HUMANIDADES. DICCIONARIO DE PSICOLOGÍA, Ed. Larousse, Planeta, Barcelona, España, 1996, p. 188.
[5] FREUD, Sigmund., El malestar en la cultura. Ed. Alianza, México, tercera reimpresión, 1989, p. 111.

[6] Ibíd. p. 112.
[7] Ibíd. p. 114.
[8] Ibíd. p. 116.
[9] Ibíd. pp. 117118.
[10] Ibíd. pp. 122123.
[11] Ibíd. p. 123.
[12] LEPP, Ignace., Psicoanálisis de la muerte, Ed. Carlos Lohlé, Buenos Aires, Argentina,1967, p. 95.
[13] Ibíd. p. 175.
[14] Cfr. FRANKL, Víctor E., El hombre en busca del sentido último, Ed. Paidós, México,2000. Frankl añade: "De alguna forma, el vacío existencial podría considerarse como una neurosis sociogénica. Sin duda alguna, nuestra sociedad industrializada no puede llegar a satisfacer todas las necesidades humanas, y su compañera, la sociedad de consumo, no hace más que crear nuevas necesidades a satisfacer; pero la necesidad más humana -la necesidad de hallar y dar un sentido a nuestras vidas no encuentra sitio en nuestra sociedad. (...) Concretamente, fenómenos como la adicción, la agresión y la depresión son debidos, en último término, a la sensación de futilidad. De nuevo me remito a las citas: de los casos de adicción a las drogas estudiadas por Stanley Frippner, <> para no menos del 100%", pp. 186187.

[15] LEPP, Ignace., Psicoanálisis de la muerte, Op, cit., p. 182.
[16] Opinión que comparte Víctor E. Frankl en El hombre en busca del sentido último, Op. cit., pp. 95101.
[17] LEPP, Ignace., Psicoanálisis de la muerte, Op, cit.,pp. 184185.
[18] FROMM, Erich., El corazón del hombre, Ed. FCE, México, 1992, p. 47.

[19] Comparar el estudio de estadísticas sobre el suicidio y el homicidio en FROMM, Erich., Psicoanálisis de la sociedad contemporánea, Ed. FCE, México, 1963.
[20] FROMM, Erich., El corazón del hombre, Op. cit., p. 53.
[21] Ibíd. pp. 5556.
[22] Ibíd. p. 63.
[23] EVANS, Dylan., Diccionario introductorio de psicoanálisis Lacaniano, Ed. Paidós, Buenos Aires, Argentina, 1997, p. 132.

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